30/1/08

último domingo de enero de 2008

Muchas personas corrían en el parque al atardecer. Parecía una maratón sin dirección. Pasaban por mi lado y yo los esquivaba. Hasta un viejo pasó corriendo. En cada trote parecía romperse. Un niño gordo que no entraba en sus pantalones gritó tres veces. Una mujer asiatica pedaleaba con esmero. Todos corrían. Yo caminaba. Ya no se veía al sol. Y esa misma ausencia hacía a todo brillar de un opaco especial. Y mientras ese opaco brillaba se encendieron las luces de la ciudad. La combinación no podía ser mas bella. El cielo se hacia mas y mas azul a cada paso. Las copas de los arboles se movian con la brisa y los pajaros se movian de una en otra. Me quedé mirando una farola, la numero 68. Detras de ella asomaba la luna. Seguí caminando. En cada paso cambiaba la perspectiva. Ahora podia ver la luna, junto a una farola, junto a un arbol, junto a los pajaros sobrevolandolo. Todo me parecia hermoso. Hasta un zapato viejo debajo de un cesto de basura a rebosar. Todo me parecia tan perfecto. Y entonces cambió la perspectiva. ¿Por qué tengo que cuidar mi lengua? Soy imperfecto. ¡Que me importan las reglas! Lo bello está en la forma de mirar, está en la mirada. Da igual lo que mires. Da igual cuan imperfecto o cuan horrible sea.

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